viernes, 13 de mayo de 2011

Madrecita Santa

El mito de la madre perpetúa el sistema patriarcal

Guadalupe Cruz Jaimes (CIMAC)

El amor e instinto maternal son construcciones culturales que son
aprendidas y reproducidas por las mujeres, señala Lorena Saletti Cuesta,
investigadora de la Universidad de Granada, España, en su libro “Propuestas
teóricas feministas en relación al concepto de maternidad”.

Mientras la capacidad de parir es algo biológico, la necesidad de convertir
la maternidad en un papel primordial para las mujeres es resultado del
mandato social, refiere el análisis.
La investigadora indica, con base en diversos estudios feministas, que “la
maternidad es un sentimiento variable que depende de la madre, de su
historia y de la historia”.

La construcción cultural de la maternidad crea “un nuevo tipo de vínculo y
un nuevo mito: la creencia de que toda mujer no sólo es madre en potencia,
sino que es madre en deseo y necesidad. No existe el instinto maternal, la
maternidad es una función que pueden o no desarrollar las mujeres”.

Al designar el ser madre como un hecho natural, “la ideología patriarcal
sitúa a las mujeres dentro del ámbito de la reproducción biológica, negando
su identidad fuera de la función materna”, explica Saletti.

Agrega que el hecho de que las mujeres son las que procrean es invariable,
pero esta posibilidad biológica “se convierte en un mandato social a través
de la afirmación del instinto materno universal en las mujeres”.

Así, el mito del instinto maternal, supuestamente natural e intrínseco,
predestina a las mujeres a ser madres para que posteriormente se dediquen
con prioridad al cuidado de sus hijas e hijos.

La consideración de la maternidad como natural e inevitable, dictamina que
toda mujer debe querer y debe ser madre, y quienes biológicamente no puedan
serlo o se nieguen a ejercer esta función “son desviadas o deficientes como
mujeres”.

Culturalmente, a las mujeres no sólo se les exige ser madres, ellas deben
hacerlo con el “amor incondicional” que la sociedad demanda, si no
demuestran ese afecto son calificadas de “malas madres”.
Para la teórica feminista Simone De Beauvoir, cita Saletti, el lugar que
ocupan las madres en la sociedad es un lugar de subordinación y de exclusión
de la categoría sujeto social.

Los ámbitos público y privado colaboran por igual en mantener el sistema
social, pero no gozan del mismo prestigio dentro del mismo, ya que la
procreación y crianza de los niños y niñas no es reconocida como un trabajo
productivo para la sociedad, sostiene.
La mitificación de la maternidad sirve para ocultar la poca importancia
real que la sociedad otorga a este laborioso, complejo y determinante
trabajo. Como ser madre es algo “natural” tampoco se reconoce el alto costo
personal que la maternidad supone para las mujeres, señala Marta Lamas en su
artículo “Madrecita Santa”, contenido en el libro Mitos mexicanos.

El desmoronamiento del mito de la madrecita santa debería llevar, pues, a
una redefinición de una nueva forma gozosa, compartida y responsable de
tener y criar hijos. Dejar de considerar la maternidad como sinónimo de y
empezar a considerarla como un hecho amoroso que requiere, para poder
ejercerlo a plenitud, de un paso previo: el amor de la mujer a sí misma,
concluye la experta.

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