lunes, 16 de agosto de 2010

Henry Engler en Factor/S (publicado también en INSP)

Presentación del documental “El círculo” en el Museo de la Memoria

Henry Engler hace circular vida y memoria

Por Azul Cordo

Llueve a cántaros y la escalera de cemento se vuelve resbalosa con el agua y el moho. Sin embargo, el rehén baja una vez más al pozo.

“Lo recordaba diferente”, dice Henry Engler a la cámara. “Más grande y amplio”, agrega. El lugar, en cambio, es húmedo y estrecho. La escalera le permite descender hacia un cubículo de hormigón, ubicado en el patio trasero del Regimiento Blindado de Caballería Nº 2 del departamento de Durazno.

Allí, durante cuatro de sus once años de encierro, torturas y “peripecias” –tal como algunos de los ex presos políticos del Uruguay denominan al circuito represivo por el que fueron arrastrados-, el científico uruguayo nacido en Paysandú, pasaba sus “recreos”, autorizado por sus verdugos.

Los mismos que lo torturaban a golpes en los calabozos más oscuros, lo dejaban “salir” a un pozo, para que se relajara mirando el reflejo del agua; una especie de beneplácito que tenían con él, considerando su diagnóstico de “psicosis delirante crónica”.

Desde 1976, Henry Engler, uno de los líderes del MLN Tupamaros, sumó a su encierro forzado por los represores, un encierro compartido con “las voces” en su calabozo. Todo el día, todo el día, aquella voz de mujer se sumaba a la tortura continua. No existía la noche para la voz. Ella no dormía. No había paz en la mente. No había descanso en el cuerpo.

Para vencerla, para acallarla, para ganarle a una de las torturas, a la más punzante, Engler se puso estoico, de pie, y miró fijo a la pared. Dibujó con sus ojos un círculo sobre el muro del calabozo y permaneció erguido concentrándose en ese “circulito”.

Así lo explicó el propio Henry, sobreviviente de la dictadura militar uruguaya (1973-1985), el pasado 27 de marzo, durante la presentación del documental sobre su vida, titulado “El Círculo” (2008), junto a sus realizadores José Pedro Charlo y Aldo Garay, en el Centro Cultural Museo de la Memoria (MUME) de Montevideo.

Circula un rumor

La idea de la película surgió en 2005, cuando circuló el rumor de que “un uruguayo podía recibir el premio Nobel de Medicina”, explicaron los documentalistas, reconociendo frente a los espectadores presentes en la sala que no sabían bien de quién se trataba y que, al indagar quién era Engler, el objetivo del film se amplió.

La perspectiva era, entonces, no sólo contar que Henry había retomado los estudios universitarios de Medicina en Suecia desde 1989 y que la candidatura al Nobel se debía a los avances que su equipo había logrado sobre el Mal de Alzheimer.

En enero de 2002, el equipo del Centro de Tomografía de Emisión de Positrones (PET) de la Universidad Uppsale obtuvo las primeras fotos que muestran a un cerebro humano viviente con Alzheimer. Y en julio de 2002, Engler presentó los resultados de la investigación tras poder visualizar las placas de amiloide, durante la Conferencia Mundial de Alzheimer celebrada en la ciudad de Estocolmo.

Pero en la primera entrevista con Engler, los directores del film dialogaron más de cuatro horas con el protagonista y supieron que había muchas historias para una película.

En una sola cinta debían condensar al niño que se crió en San Javier, al adolescente intrépido y al joven estudiante de Medicina que desde 1965 comenzó a militar luchando por la atención a la salud para todos, teniendo como un referente primero, y un amigo después, a Raúl Sendic, quien ya estaba trabajando con los cañeros del Norte.

“Queríamos más medicamentos y mejorar la atención a la salud para todos los pobladores. Estábamos estudiando, pero no teníamos con qué cuidar luego a nuestros pacientes; y a su vez, ya estaban matando a los primeros estudiantes que luchaban. Así que entendíamos por un lado, que por las buenas esto no iba a funcionar, y por otra parte que, para cambiar la situación médica había que cambiar la situación social primero”, explicó Engler en la charla del MUME.

Comenzó a militar en MLN Tupamaros y se convirtió en “un compañero que emanaba autoridad, un compañero con peso específico”, como lo caracteriza José Serrano Piedecasas, un militante español que, huyendo del régimen franquista, se sumó a la sindicalización y lucha de los obreros arroceros de Bella Unión.

Después vendrían las peripecias.

Un círculo de razón

Cuando los directores Charlo y Garay lograron contactar al científico en Suecia, supieron que vivía allí desde fines de los años ‘80, tras no encontrarse contenido en su país de origen. Cuando fue liberado en 1985 junto a los otros ocho rehenes del MLN que la dictadura había mantenido cautivos, fue estigmatizado por la “locura” que había padecido en el encierro.

Locura de la que pudo liberarse a fuerza de voluntad propia, para “luchar contra las voces”, detener los pensamientos y manejar los mecanismos de su cerebro hasta entrar en trances que le consumían cada día que estuvo encerrado en el calabozo.

“Esa voz de mujer, esos pensamientos, me producían angustia, y yo tenía que sacarme de ahí, llevar mis pensamientos a otro lugar, porque eso sólo me conducía al suicidio”, explicó Engler durante la charla que dio en el MUME, tal como cuenta en las entrevistas que expone el documental.

“Fue entonces cuando decidí crear ese círculo en la pared y poner allí dentro todo lo que me causaba dolor. Sacabalos pensamientos que me causaban angustia y dolor, que me debilitaban, y los metía en el circulito y no pensaba más en ello”, agregó.

Es notable y paradójico que, cuando Engler relata en “El Círculo” su infancia en San Javier, lo ubica como un momento feliz de su vida y destaca los momentos de juego y de compañía con sus abuelos. Pero a su vez, cuando desarrolla uno de los pensamientos que guarda en el círculo de la pared, ése también es su niñez; probablemente porque le causaba dolor recordar esos momentos tan felices, estando tan lejos de esa tranquilidad y disfrute, así como de poder ver a otros niños crecer en paz.

Las alucinaciones auditivas lo llevaron a creer también que la CIA norteamericana había metido un chip en su cabeza y “eso me producía un temor, un miedo espantoso, el peor que sentí, porque pensé que tal vez podían leer mis pensamientos”. Y a éstos también los guardó en forma circular.

Pudo salir de ese círculo alienante “cuando pude dialogar con otro ser humano, después de once años”. Ese ser era su compañero Raúl Sendic, quien pidió compartir la celda con Engler en el cuartel de San José.

Allí, con el diagnóstico de psicosis a cuestas y colgado en la puerta de la celda, Henry, a medio camino entre Mesías y suicida, salió de su locura charlando con Sendic como podían y contándole a éste sobre sus lecturas mormonas y sobre cómo retomar la lucha socialista.

Círculo represivo

El relato fílmico está atravesado por el recorrido tortuoso al que los represores uruguayos sometieron a sus rehenes, manteniendo una situación tensa y trasladándolos sin previo aviso por distintos cuarteles, pozos, caballerías y brigadas del país.

Engler, como muchos de sus compañeros que aparecen en la película, fue llevado primero al penal de Libertad, para luego ser trasladado encapuchado a los cuarteles de Florida, Durazno y San José, donde recibió sucesivos maltratos, torturas, hambre, frío, y demás condiciones inhumanas inimaginables.

Otros compañeros que padecieron similares vejámenes y que brindan sus testimonios en el film son José Mujica, Mauricio Rosencof, Jorge Zabalza y Julio Marenales, entre otros.

Tras conocer los padecimientos y poder oír el relato en primera persona, en el debate que se generó con el público del MUME llegó la pregunta esperada: “¿Qué opina Engler sobre darle prisión domiciliaria a los represores que en la actualidad están detenidos en cárceles comunes?”.

“No estoy para nada de acuerdo con que suelten a los militares. Nosotros no podemos referirnos a ellos como si fueran unos ‘viejitos’ indefensos. ¿Acaso Pepe Mujica es viejo para ser presidente? No, y tiene 74 años. O pensemos en Azucena Berruti, que con 80 años fue ministra. Ella no era vieja para desempeñar su cargo. Tampoco son viejos débiles los militares que hace dos décadas decidieron dar un golpe de Estado”, destacó Engler.

“Ellos no hecho nada bueno ni están dispuestos a decir dónde están los desaparecidos. Por lo tanto no me parece que deban estar libres. Uno debe cultivar la bondad, pero no con estos tipos”, sentenció.

Recordar de manera circular

Algunos historiadores sostienen que la Historia es circular, otros arguyen que ésta es en espiral. Para lo que no caben dudas es que nuestra historia, la de los pueblos oprimidos, circula o, mejor dicho, debe circular.

Por eso, Factor S retomó una frase que dice Mauricio Rosencof en el documental, cuando destaca la importancia de “dejar testimonio de las peripecias”, y le preguntó a Engler cómo consideraba que había que dejar testimonio y qué formas de dar testimonio destacaba de sus compañeros de militancia e incluso de otras latitudes de América Latina.

Engler sostuvo que hay que “dejar testimonio siendo objetivos y sinceros” y resaltó la importancia de “escribir y dejar por escrito todas las cosas que pasamos”.

Además remarcó el carácter imperioso de que “la juventud conozca y pueda leer qué ocurrió en nuestro pasado reciente”.

“Es importante que se conozcan los fundamentos por los cuales se llevaron adelante las acciones de los militantes tupamaros, y que luego se juzgue si uno ha hecho bien o mal”, destacó.

“Es necesario que haya relatos y textos producidos aquí, que cuenten no sólo las peripecias por las que pasamos durante la dictadura, sino también que desarrollen qué pasó durante los años anteriores a la dictadura; para recordar y conocer qué hacíamos nosotros, por qué y por quiénes lo hacíamos y con qué razones y motivos actuábamos, para entender por qué después nos pasó lo que nos pasó”, concluyó.

De manera causal, Henry Engler volvió a vivir en Uruguay y dirige el Centro Uruguayo de Imagenología Molecular (CUDIM), para introducir la tecnología de la Neuroimaginología molecular en el país.

Con esta técnica obtuvo las primeras imágenes de un cerebro que olvida de a poco; con esa tecnología se intenta aletargar el Mal de Alzheimer, para que el ser humano haga “conversar a las neuronas entre ellas”, tal como Engler definió a la memoria.

“El cerebro da vueltas para estar más conforme con sus recuerdos y va remodelando las situaciones por las que la persona pasó, para que sea más soportable vivir. Seguramente las cosas por las que pasamos son peores a cómo nos las acordamos, de allí también las pesadillas. Una de mis mayores pesadillas es que esto sea un sueño y que yo despierte en el calabozo”, razonó.


El MUME

El MUME está ubicado en Avenida de las Instrucciones 1057, casi Bulevar José Batlle y Ordoñez. Tel: 355 58 91.


(Publicado en FactorS nro. 88, abril de 2010, Montevideo, Uruguay)

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