viernes, 28 de septiembre de 2012

Doce

Exposiciones en el MUME

DOCE

Luis “Pori” Ferrer y Jorge Davison se conocen desde pequeños, crecieron juntos en Mercedes y se fueron a estudiar a Montevideo. Las militancias y el pase a la clandestinidad, “guardarse” en el interior profundo del Uruguay y terminar en la cárcel, fueron los motivos por los que estos amigos se perdieron el rastro. 40 años después se reencuentran y juntan sus miradas del “adentro” y el “afuera” en Doce, uno de los Proyectos Expositivos seleccionados para la temporada 2012 en el MUME.

Por Azul Cordo

 

Una preocupación aqueja a Pori: la Nación que no pudo ser. Que el Uruguay reconozca lo que tiene y lo que le falta. En esos devenires anda desde hace varios años; y sus ideas, reflexiones e incluso -o sobre todo- provocaciones, las refleja en grandes papeles de embalar y pinturas, crayolas y grafitos, con poco uso del color. Entre algunas de estas ideas en papeles hay huecos, agujeros, “los amigos que me faltan” y “lo que nos falta como país”.
Mientras esperamos a Jorge, que debe cruzar la ciudad para llegar al encuentro en el centro montevideano, en esta mañana que se puso gris y lluviosa repentinamente -como tantas mañanas que vendrán en Montevideo, de aquí a que termine el invierno-, Luis “Pori” Ferrer habla, agita sus manos y respira hondo, sus ojos se han humedecido.
Es que recuerda. Y recordar lo moviliza. Como se movilizó desde pequeño y luego siendo joven canalizó esos deseos e inquietudes en la militancia. Como creció junto a Jorge: siendo “hijo de padres de izquierda” y quedando “marcado” en su vuelta semiclandestina a su Mercedes natal por vecinos y gente de la vuelta, que acá nos conocemos entre todos. Y en Mercedes más.

Pori y Jorge se conocen “desde siempre”: primaria y liceo juntos; después venir a Montevideo a estudiar Ciencias Económicas y vivir en una pensión con otros estudiantes del interior.
Yo siempre fui el comprometido, así que cuando me enteré que Jorge había pasado a la clandestinidad no entendía nada”, explica Luis.
En 1969 Pori ya estaba de vuelta en Mercerdes, las cosas se estaban complicando en la capital. Le perdió el rastro a Jorge y luego supo lo de la clandestinidad. Atrás quedaban los juegos, las charlas, incluso las clases de dibujo que brindaban por gusto y como trabajo para ganar unos pesos.
Montevideo fue el espacio donde se “cruzaron” con la militancia. Por eso, volver a Mercedes fue, para Luis, volver al control de un pueblo chico. “Allí estuve como adscripto en un liceo y di clases en un colegio católico, hasta que en el '74 me sacan”; entró en una lista negra y fue destituido, marcado por la Asociación Patriótica.
En el interior ya tenías cosida la estrella de David; enseguida todos sabían que habías vuelto de Montevideo, que estabas en algo, y existía una presión implícita sobre uno, sumado a que la JUP [Juventud Uruguaya de Pie] te patoteaba. Los vecinos me conocían y sabían de mi militancia”, relata Pori. En 1974 fue destituido y le costaba estar en su ciudad natal: “Era difícil seguir ahí; había persecución, miradas y cuchicheos... y en el interior te venden por caramelos”. Entonces decidió salir del circuito conocido y seguir hacia el norte, a la frontera, hacia Rivera, ahí donde nadie lo conociera.
La frontera te permite vivir de otra manera, es más abierta a cosas nuevas”, sostiene Ferrer. Por esas latitudes se mantuvo ilustrando en semanarios. Luego se iría para Río Negro, siendo parte del Plan Norte Río Negro (Plan Norione), y se involucró con distintos proyectos de agronomía y forestación. Pasando horas en el campo, donde no solo no conocían su pasado inmediato, sino que tampoco había mucha gente, Pori se dedicó a dibujar en libretas y hojas sueltas las hectáreas y hectáreas que veía. Sus días y noches. Escenas, paisanos, algún surubí. Ese interior “que se está vaciando y que viene a amontonarse en las periferias de la ciudad”, comenta indignado por no poder generar mecanismos que les permitan a esas personas producir y quedarse en el campo.
Llega Jorge al encuentro. Hay una sonrisa cálida en su saludo y una mirada de párpados caídos, con luz en lo profundo de esos ojos claros. Habla suave y despacio. Lo ponemos al tanto de las reflexiones en las que andamos con Luis, y les pregunto cómo ocurrió el reencuentro de ambos, cuatro décadas después de distanciarse en Montevideo; mientras Pori hizo su periplo por distintos trabajos en el campo, Jorge estuvo encerrado como preso político en el Penal de Libertad.
La culpa la tuvo la hermana de Luis. Buscando amigos y conocidos por Facebook, encuentra a un tal Jorge Davison. Le escribe. Es el amigo entrañable de su hermano. Se escriben entre ellos. Se conectan. Se encuentran en la Terminal de Tres Cruces. Se reconocen. Abrazos y miradas, como si (casi) no hubiera pasado el tiempo. “Todos estos años yo me vi con compañeros de esa época, y de muchos me distancié. Más allá de compartir el encierro y la militancia, con muchos hablaba y ya no teníamos nada que ver. En cambio, con él nos reencontramos y nos entendemos mucho mejor”, cuenta Jorge.
Entre ponerse al día y contarse qué y cómo vivieron la dictadura uruguaya, uno desde el “afuera” y otro desde “adentro”, se mostraron algunos dibujos hechos en esos años. Jorge recuerda un sobre que salió del Penal en un bolso que llevaba su madre: “Son un testimonio. Los hice dentro de una piedra (como es la prisión), como una pintura rupestre. Para la exposición solo tienen un pequeño retoque. En la cárcel tenías necesidad de dibujar, de buscar formas de expresarte; ver cómo zafar”. “Habiendo tanta arte al pedo, este trabajo de Jorge tiene un valor”, remarca Luis.
De sus días “adentro”, Jorge señala que “Los dibujos fueron pasando las requisas y finalmente salieron con mi madre. Estando 24 horas en una celda, con un baño, siendo hostigado constantemente, superando discrepancias políticas con tus compañeros de celda, pasando momentos muy tensos, necesitás expresarte de muchas maneras, con lo que tenés a mano. En mi caso, fue el dibujo. A pesar de las diferencias que podías tener, en la cárcel tuvimos que armar un cuerpo social contra los milicos y estar atentos a que los compañeros no se quebraran, porque es muy doloroso ver a alguien así”.
Luis se puso a laburar “al firme” en arte desde 2007. En cambio Jorge destaca que “el arte no es mi oficio”. Cuando Ferrer vio los dibujos que su amigo le mostraba como una anécdota más, notó que las obras que ambos habían producido en esos doce años de encierro e insilio se complementaban: “En mis obras había un agujero -metafóricamente hablando-. Me faltaban amigos y momentos”. Este agujero es cubierto, en parte, por las obras de Jorge; pero solo en parte. Falta completar otros agujeros: “Es lo que nos falta como uruguayos: reconocer que tenemos agujeros, cuestiones sin saldar, cosas sobre las que no nos hemos hecho cargo”, insiste Luis.
Para mostrar estas obras los amigos decidieron presentarse al Llamado a Proyectos Expositivos 2012 del MUME. Quedando seleccionados, montaron los registros de Davison en hojas de cuadernos y libretas, coloreados por crayolas, sobre los papeles de embalar de Pori, y recortaron algunas artes del papel soporte para materializar esos agujeros que tenemos como sociedad.
Queríamos también romper con la estética del proceso artístico, de ese Uruguay prolijito, políticamente correcto, que guarda los problemas bajo la alfombra”, destaca Ferrer. “En mis exposiciones, y Jorge comparte esto, promuevo la participación artística y la intervención de las obras por parte del público”, agrega. Así pueden materializarse esos deseos de “hacernos cargo” de lo que nos pasó, y habilitar a quienes quieran expresarse.

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