martes, 7 de mayo de 2013

151

Pasadas las ocho de la noche, en el ómnibus, la ciudad me deprime: el señor de saco marrón claro saca de su bolso un juego de bijouterie plateado y lo vende en voz baja. Con presencia y dignidad camina por el micro y busca alguna mirada que responda. Algunos miramos de lejos. La mayoría mira hacia afuera, indiferente silenciosa, dolida, cansada, oscura.
Como la venta ambulante de este hombre, mi percepción está llena de adjetivos que tapan agujeros.

1 comentario:

tonu dijo...

Bella niña!! Me llegás al alma!
tonu